Paseamos esquivando los
charcos que la lluvia ha dejado como rastro. El aire es húmedo, lo que provoca
que el frío pierda consistencia. Y, a pesar de que odio este tiempo, mi rostro
presenta una sonrisa alegre. La presentación ha ido genial. Encaja en el grupo
totalmente y eso me hace feliz. Me he propuesto un objetivo y lo he realizado:
he podido sonsacarle su historia, después de tanta intriga:
-Es… demasiado larga. No
me gusta.
-Pero yo lo quiero saber
y, lo que de verdad es largo es el camino a mi hotel.
-Si estamos a la mitad
ya. Bueno, te lo cuento porque eres tú. De todas formas no te lo tomes muy a
pecho. –Sonríe travieso mirándome de reojo, se ha relajado y saca sus manos de
los bolsillos, he descubierto su seña de nerviosismo. Le devuelvo una sonrisa
rápida.- Vinimos a Londres porque mi padre insistió en que estudiase política.
-Vaya,
no parece entusiasmarte.
-Pues no, pero tampoco
tenía una idea clara de cuál quería que fuese mi futuro. Soy más de improvisar.
Así que estuve el año pasado estudiando en Cambridge.
-¿Cómo que el año
pasado?
-Sí. Como has notado,
no me entusiasma ni me entusiasmaba, y lo dejé. Ahora solo vagueo, -recapacita
sobre su comentario y vuelve a sonreírme al igual que anteriormente,- menos en
algunos temas.
Sexo. Hasta ahora solo
pensaba en los sentimientos que despierta en mí. Pero es algo que no le puedo
negar en una relación porque, básicamente y ahora que me paro a pensarlo, es
algo que deseo completamente hacer con él. Con todo, ni si quiera nos hemos
besado aún.
-Habrá que comprobarlo.
Imito su sonrisa,
aunque ni en un sueño pueda ser tan deseable y perfecta como la suya.
Continuamos caminando y ralentizo el paso, no quiero despedirme tan pronto a
pesar de haber pasado toda la tarde con él. Pero no se puede tener todo, llegamos. Si tanto quiero quedarme con él una
cantidad de tiempo indefinida, ¿por qué no proponerle quedarse por la noche
conmigo? Lo tomaría como una indirecta, o una directa, claro está. Pero acabo
de darme cuenta de que hay algo que me lo impide.
-Bueno, te cogerás un
taxi, ¿no?
-¿No te acompaño más?
-No hace falta, quiero
que me mires el culo así que…
Me echo a reír y se une
a mí. Se da la vuelta hacia la carretera esperando ver acercarse un taxi. Le
doy dos toquecitos en el hombro para que al volverse, su rostro esté tan cerca
del mío que localice sus labios lo antes posible.
Un primer beso simple que dura unos segundos
suficientes para grabar su tacto sedoso en mi memoria. Al separarlos, me sigo
quedando a pocos centímetros de su cara rozando nuestras narices y
transmitiéndole con mi mirada que llega el siguiente. Un segundo beso que
comienza por un contacto de los labios, seguido de una mordida de su labio
inferior y finalizado por un jugueteo de nuestras lenguas que se entrelazan y
se guían solas. Analizo todo lo analizable. Terminamos ese beso y viene el
siguiente, en el cual yo recibo el mordisqueo cuidadoso. Siento presiones
aceleradas en mi pecho: el corazón palpita rápida e intensamente y la
respiración me avisa de mi falta de aire. Y llegan más. No quiero terminar, ya
sea por el gusto, por el tiempo que lo llevo deseando o por la obligación de
dejarlo ir. Sus manos, lentamente, han ido descendiendo desde la espalda hasta
mi cadera; las mías rodean su cuello sólido y suave y acarician su pelo fuerte.
Nos separamos, al igual que él pretendo descifrar sus ojos grisáceos, pero no
lo consigo.
-Qué original, darme el
beso desprevenido. Has visto muchas películas.
-Tonto… Ya tardabas.
-Y me arrepiento.
-Eso espero. Aunque
dejas mucho que desear.
-Te tendré que
recompensar, pues.
-Genial. ¿Practicarás
el morreo?
-Esta misma noche salgo
y te hago ese favor.
Le golpeo suave en el
hombro mientras pongo morritos de enfurruñada. Sé que es mentira, mas me
aseguro de que no se cumpla.
-Me gustan tus besos.
-Lo sé. No saldré esta
noche, tranquila.
-No, si no me preocupa.
Teniendo me a mí…
Que mentiras más
grandes digo, por favor.
-¿Te puedo mirar ya el
culo?
***
Se ríe. Me aparta
bruscamente y llama al taxi que casi se pasa. Aprovecho para cumplir su deseo,
disfruto del susodicho que presenta todo lo esencial para ser perfecto, marcado
gracias a esos pitillos ajustados. Se gira y no me preocupo por disimular.
-Muy bonito.
-Vete ya, petardo.
Miro detrás suya y veo
el taxi morado y blanco. Me acerco y con un brazo le rodeo su cintura para
acercarla y darle un beso como el primero.
-Adiós. Guárdame mañana
tiempo para llamarte.
-Mi agenda lleva tu
nombre.
- Te mereces una cita
en condiciones, guapa.
-Qué será eso para ti,
guapo
-Algo que no suelo
hacer.
Entro en el taxi con
esas últimas palabras flotando en el aire, que significan mucho. Le indico la
dirección al conductor y, mientras arranca, gozo con las mismas buenas vistas
de hace escasos minutos. Sí, muy bonito, como ella.