viernes, 29 de marzo de 2013

...I...




Veintiuno de diciembre,tengo la casa para mí solo, nadie me acompaña excepto el silencio; lo que provoca que en mi cabeza ronden absurdos pensamientos sobre esa chica. No conozco su nombre, su edad, de dónde viene, quiénes son sus amigos o su familia y tampoco sus gustos o aficiones. Pero es muy pronto para saberlo, el primer paso es acercarse a ella y presentarse, cosa que no suele resultarme difícil, hablar con una mujer. Cada mañana cuando van a desayunar al restaurante ella y su grupo de amigos escandaloso, le dedica una tímida sonrisa al camarero que la invita a tomar un delicioso desayuno de esos típicos ingleses que te sacian a más no poder, come lentamente guardando las apariencias y riendo las gracias a su compañía y entabla conversación con los niños que se acercan cuchicheando sobre su juventud, que desean, sea como la de ese grupo.
Solo han pasado tres días desde que, por casualidad, acompañé a mis padres a una tienda de antigüedades antes de que cogieran un vuelo a Galicia para pasar los días de Navidad con la familia, y debían escoger un tocador para Nana. Era el último regalo y sabía que a ellos les parecería un gran detalle y que a mi abuela no le gustaría si no lo eligiese yo. Intentaron convencerme de que también viajase, pero preferí quedarme en casa profundizando en temas importantes. Y es que debería haber elegido por fin la universidad a la que ir después de haber estado en Cambridge estudiando política al igual que mi padre lo había hecho. Pero estando allí un año entero me sentí obligado a abandonar ya que, como ya había supuesto, ese mundo no era el que me llenaba. En Julio del pasado año todavía vivíamos en Madrid capital. Pero, no entiendo por qué, a mi padre se le ocurrió traerme a estudiar política. Aquí, a Londres, ¡ni más ni menos! Si he de ser sincero, nunca me ha interesado pensar mucho sobre mi futuro, yo soy más de los que viven el presente, no planeo las situaciones y dejo correr el tiempo, claro que, disfrutándolo. Pero soy el único y malcriado hijo de mi padre y merezco lo mejor, y según él significa llevar su misma vida: político. Vine porque me gusta conocer gente, mundo y hablar idiomas. Y es lo que he hecho; me he pasado todo el año yendo de fiestas con gente que conocí en la playa pocos días antes del comienzo de la universidad. Esos sí que vivían bien. Así que renuncié voluntariamente a la política antes de iniciar y me hice un hueco entre ellos. Entre las piernas de Anne... Que chica, soñadora y un poco hippie. Se dejaba libre todo el tiempo y aproveché. Porque a los hippies nunca les haces daño en cuestión de amores, o eso digo para no parecer rastrero.
Después de despedirme de ellos entré en el restaurante para tomar el gran desayuno: huevos revueltos con bacón a tiras; hash browns, cereales con leche y miel; pancake, chocolate y zumo de piña; que solo tomo en ocasiones especiales. A mitad de mi brunch en solitario, ella entró y dejó su rastro por primera vez. Su pelo castaño oscuro, largo, abundante y ondulado al natural; sus ojos marrones verdosos con unas pestañas de un negro muy negro que intensificaba la uniformidad de su piel; su nariz, delgada, con un acabo redondeado y su boca un dulce con unos finos pero marcados labios rojizos y unos dientes perfectamente alineados y blancos. La conozco poco, pero sus detalles me han conquistado. Sobre todo su sonrisa jovial y sincera, que transmite felicidad y tranquilidad.
Después de un tiempo me levanto con energía y me ducho para despertarme. Moldeo el pelo con el secador para que quede revuelto y echo un mínimo de laca para que el aire no me lo estropee, odio que lo haga, yo siempre bien peinado. Escojo del armario mis pantalones Levi’s negros ajustados, mi camisa de Lacoste y mi jersey sin marca. Hoy tengo que ir perfecto, qué digo, yo siempre lo voy… Me lavo los dientes dos veces, manías mías. Cuando cojo las llaves, encuentro de sorpresa el espejo del recibidor. Me sonrío a mí mismo. Una vez me llevé a la cama a una chica que encontré, al despertar, colocada frente al espejo para decidir qué cara ponía para cuando yo abriese los ojos. Me hice el dormido, qué remedio... Pero no la volví a llamar.
Llego al restaurante. Frank me conoce porque es un observador y, por qué no decirlo, un gay. El primer día se dio cuenta de que observaba a la chica, todas sus ilusiones se desmoronaron, pero le queda la historia de amor, quizás la haya, de momento nada serio. Miro de un lado a otro del lugar, resulta raro que no se encuentren allí con un escándalo montado. Me noto lleno por primera vez en cuatro días. Cuando me fijaba en la desconocida chica no tenía conciencia de lo que comía, simplemente observaba sus facciones con detenimiento y disimulaba. Joder, he esperado demasiado. Pero me gusta saber de mis presas antes de capturarlas.
Marcharse es lo mejor. Salgo del restaurante, hace un día nublado concordando con mi estado de ánimo. Necesito olvidar a la joven sin nombre, por lo que compro una revista en el quiosco que está en frente del “London Eye Hotel”. Se llama así en honor a una atracción de lo más conocida en Londres, una gran noria desde la que se ve toda la ciudad y sus sitios más conocidos. Cuando llegué a Inglaterra, una chica francesa me llevó de copas al bar de aquel hotel, puesto que a ella le hacía sentir más seria y adulta, según dijo. El ambiente era realmente elegante y moderno. Todas las bebidas estaban colocadas según su nombre, los camareros vestían trajes de seda de colores beige y negro y mostraban una rígida postura. Volvería a ese bar de noche si tuviese una cita con la misteriosa joven… Repito una y otra vez ese pensamiento y busco algo reconfortante en él, pero dudo. ¿Qué conclusión estoy sacando, coño? No puedo evitar reír y la gente que se encuentra alrededor mira. Cogido. Me embarga una sensación de alegría irrefrenable, me mojo los labios con la lengua y sonrío, es toda mía. Avanzo por la calle satisfecho conmigo mismo.

***

-¡Precioso!
-Mmm… Sí, bueno…
-Pocas cosas son tan bonitas, y una de ella es Londres –miro a mi alrededor y descubro que me han dejado sola mientras ellos se marchan quejándose de lo pronto que les he levantado hoy-.
-No se puede negar que son unos plastas. - La voz de Estef me llega suave desde atrás, al mismo tiempo que unos dedos recorren pícaros mi espalda.
- Para una vez que vienen a un sitio que no es España…
-No pueden ser alguien que no son, cariño. –Burlona pero cariñosa, mi amiga me sonríe y no puedo evitar soltar una carcajada.- Pero yo estoy aquí para sacarte una sonrisa en momentos antes a que pilles una rabieta. –Vuelve a sonreír y, esta vez, me guiña un ojo.
-Vaya imagen que tienes de mí, Estef … -Con delicadeza decido dejar mi brazo derecho alrededor de su cuello y juntas empezamos a caminar en busca de nuestro grupo que se ha perdido entre la numerosa gente de la plaza del Buckingham Palace.
-Entiende que les has obligado a levantarse tan temprano como cuando vamos a la universidad, y a unos veinteañeros no les mola nada eso. –Hace una mueca de desprecio y pone los ojos en blanco.
-Claro que yo no tengo veinte años aún.
-¡Pronto Nat! –Roberto se acerca a paso ligero, para llevarnos hasta el grupillo, como riéndose con sorna. -Hemos venido a divertirnos, ¿qué es esto de visitar monumentos?
- Mi mejor amiga es la segunda líder de la excursión, gratis, a la que os he invitado por mi cumpleaños. –Agita el dedo autoritariamente.
- Pues nosotros nos pagamos el hotel, ¿sabes? –Roberto la desafía con unos ojos duros y fríos.
-Pero el avión es lo que cuesta realmente.
Por fin aparece escondido el grupo entre la multitud, que anda de un lado para otro a paso desorbitado.
-Por cierto cariño –oigo que le suelta Roberto a Estefanía- ¡Tú tampoco tienes veinte años!


Ya, por la tarde y a pesar de mis intentos, mis amigos me obligan a acompañarlos hasta el hotel para descansar antes de salir a cenar. Esa noche no vamos a ir a ninguna discoteca porque están demasiado cansados. Viajamos en el metro y nos bajamos en Regents park, de donde se encuentra el hotel a dos manzanas. Como no, Nicolás y Rafa van haciendo el tonto para impresionar a Amanda, aunque nunca lo van a conseguir. Para Amanda, si un chico no está trabajado en un gimnasio no merece la pena, por eso suele tener historias cortas con modelos o bomberos, o alguien con una profesión del estilo. Roberto y Sandra hablan sobre economía, van a ser empresarios, y Estefanía me mira para ponerme nerviosa, cosa que no consigue porque desde hace tiempo decidí no darle coba a sus juegos. Mis amigos.
Llegamos por fin al hotel y siento piedad del botones que tiene que soportar mostrar una sonrisa a los impresentables de Nico y Rafa. Cosa que no sucedió con la azafata engreída del otro día. Reconozco al chico que está sentado en el hall, pero no sé dónde lo he visto aunque presiento que desde el principio me ha debido gustar por su pelo castaño fuego bien preparado, su aire desconectado y personal y su gusto al elegir la vestimenta. Me quedo observando cómo lee una revista, tal vez esperando a que muestre alguna prueba de que me conoce y que no me he imaginado todo. Cuando mis amigos empiezan a reírse descaradamente de no se sabe qué, el misterioso chico levanta su rostro desvelando unos carnosos labios color acaramelado y unos profundos ojos marrones grisáceos delimitados por unas pestañas oscuras acompañadas de unas cejas finas y una nariz definida. Parece que, sin quererlo, sus labios se tensan mientras una sonrisa especialmente rebelde se exhibe. Precipitado, y sin dejar de presentar esa seductora expresión, se levanta y se acerca dando un hondo suspiro. Por unos segundos aparto mi atención de sus movimientos y noto que el corazón me palpita rápidamente y me encuentro confusa sin saber qué decir, qué movimiento hacer o qué sonrisa poner, aunque una orgullosa amenaza con presentarse. El chico parece tan inmerso en ese tipo de sentimientos como yo, pero distingo que a diferencia de mí misma, él sabe por qué me busca. Durante una fracción de segundo, el corazón se acelera al máximo y es como si, a la vez que mi sangre discurre atropelladamente por mis venas que están ardiendo de los calores que se concentran en mi cuerpo, el tiempo se paralizase poco a poco, dejándome imaginar con especial deseo un roce con su cuerpo, una mirada de ternura, un beso que hierva a fuego lento, una cama que compartamos. Luego, al notar como una voz potente me envuelve en su tono, regreso al mismo momento, con la misma rapidez con la que me he desvanecido cegada por la ambición de ser la posesión de aquel atractivo chico que ansiaba mi llegada por alguna extraña razón.
-Tenía ganas de conocerte. Desde el día dieciocho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Powered By Blogger