sábado, 27 de julio de 2013

...X...


Escojo un croissant, huevos revueltos, bacon recién hecho, tostadas con mermelada de fresa, un bollo de crema y un chocolate caliente y zumo de naranja. Me siento sola en la mesa de cinco de la esquina, por si acaso aparecen los demás. Me concentro en desayunar tranquila deleitándome con cada bocado.
-¡Qué bien, en la esquina!
Me sobresalto, no me había percatado de su llegada. Nico y Rafa se sientan armando escándalo al dejar sus platos llenos de bollos en la mesa; Amanda posa suavemente el suyo, con una sola tostada integral con unas delgadas líneas de aceite decorando.
-¿Solo vas a desayunar eso?
-Lo demás desfavorece al cuerpo –señala observando con recelo mi guarnición.
-Es comida gratis, ¡disfruta!
-Sí, haz caso de mi hermano. Mira nuestros platos y nuestros cuerpos.
-La prueba que me faltaba.
Me río. Me encantan estos momentos juntos. Y los gemelos han tardado en comportarse de nuevo con normalidad ante mí. Me doy cuenta de que queda una silla vacía. Ojeo el restaurante y encuentro a Sandra unas mesas más lejos.
-¿Qué significa eso?
Señalo con el dedo la desconcertante imagen y los tres se giran en esa dirección.
-Está rara.
-Es rarita, nada nuevo –Rafa pone una mueca de desprecio-.
- Creo que sufre mal de amores –Amanda lo comenta sin importancia-.
-¿Y eso? ¿Es que ha conocido a algún chico?
-Ni idea, no dice nada.
-No creo que en ella se fijen muchos tíos –dice Rafa-.
-Por eso sufre sus amores –acompaña Nicolás-.
-A lo mejor le gusta Roberto, es el único tío con el que habla –dice Amanda-.
Nos callamos. Sandra enamorada, y no correspondida. No me parece raro. Mientras sorbo mi caliente chocolate, una idea se me viene a la cabeza y me atraganto. ¿Tendrán relación la historia del otro día y esta? Significaría que existe algo entre mi mejor amigo y Sandra. Cojo mi taza y mi plato y me dirijo hacia su solitaria presencia.
-Me han dicho que estas sufriendo por un tío.
-Me extraña que lo hayan notado - Sus gafas no pueden esconder unos ojos desconsolados-. ¿Quieres ser maja o vienes a chismorrear?
Trago aire, me calmo. ¿Quién se cree que es? Se enamora y ya es importante, ya es dura, ya es mejor. Pues si no te quiere no lo pagues con los demás. Guardo la compostura, me deshago de esos pensamientos que me provoca su arrogancia. Vengo a chismorrear.
-Quiero ser maja, ¿cómo puedes pensar otra cosa?
-Vale, perdona.
Espero no estar mucho tiempo aquí para sacarle la información. Es lógico que esté perdida por Roberto, Amanda ha dado en el clavo. La invitó al viaje a pesar de que nadie secundó la idea.
-Te puedo ayudar.
-¡Cómo! No tengo nada que hacer. La preciosa, simpática y segura Natalia gana a cualquiera, incluso a Amanda.
Me quedo sin palabras. Caigo en la cuenta: tiene envidia de mi cercanía hacia Roberto. Pero no hay nada entre nosotros. Sin embargo, me alegra averiguar que mi amigo no está metido en nada con ella, se merece muchísimo más. Se acabó la conversación, un comentario amistoso y adiós.
-Roberto y yo somos simples amigos. Si incluso antes hemos hablado de sexo con otro tío.
Sus ojos me miran desorbitados y enrojecidos.
-No tienes ni idea -su tono es odioso-, déjalo.
-Lo dejo, lo dejo.
Recojo de nuevo mi desayuno y vuelvo a la mesa anterior. Para mí la historia es muy simple, quiere a Roberto y no es algo mutuo, me odia y eso que soy sólo su mejor amiga. No me sorprenderá el final de este asunto.

De nuevo un corro, esta vez de seis personas, una menos.
-Noche de mucho alcohol, ¿no?
-Y de mucha música.
-Vamos, noche de discoteca.
-Y cena de comida basura.
-Me gusta el plan.
-Sí –todos secundamos la opinión de Roberto-.
-¿Vamos a hacer algo por la mañana?
-Yo tengo ganas de dar una vuelta, Nat, ¿quieres?
-Bueno, no tengo nada más que hacer –dejo caer el comentario con indiferencia-.
-Vamos, petarda.
Los dos sonreímos, somos claramente conscientes del significado de este petarda. Aquellas tardes de agosto en que estábamos solos porque nadie quedaba en la ciudad, el calor se acentuaba en las calles pero necesitábamos vernos y nos encontrábamos en el mismo bar de siempre, el bar Siciliana; aquellas tardes nos conquistaron. Allí comenzaban nuestros lentos paseos rebosantes de energía, historias y risas. Dos horas en marcha con una parada en alguna de las heladerías cercanas al parque para, posteriormente, entrar en él buscando nuestro banco, al que le habíamos marcado nuestros nombres y al que cada día añadíamos algún dibujo relacionado con nuestras historias. Los protagonistas de ese recuerdo eran críos de trece años que se acababan de conocer y se confiaba el uno al otro su vida entera.
Roberto me empuja por la espalda y, una vez en el exterior del hotel, me suelta y abre los brazos aspirando el aire frío.
-¿Cómo es posible que haya cambiado de sol a lluvia en tan poco tiempo?
-No está lloviendo, solo hace un poco de aire; un aire que levanta faldas.
Me dedica una mirada de reojo sonriendo como Daniel, son expresiones pícaras idénticas pero una me calma y, por el contrario, la otra me vuelve loca
-Menos mal que llevo pantalones –me sitúo a su lado y caminamos.- ¿Sabes? Tú y Daniel os parecéis.
-Entonces te prohíbo salir con él -la misma sonrisa, la misma sensación reconfortante-.
-Debo atraeros a los ligones guapos.
Se ríe fuertemente, es una risa natural y contagiosa. Realmente es peligroso enamorarse de un sinónimo suyo. Todas las chicas caen a sus pies, todas quieren estar tan cerca como yo y ninguna lo consigue; por mucho que Roberto se rinda ante sus encantos se acaba cansando y siempre vuelve a mí dejándolas celosas. Nos metemos en un callejón que termina en una calle peatonal.
-Qué pena que estas caminatas se hayan extinguido…
-Fue porque quitaron nuestro banco.
-Y nos aburrimos del otro.
-Nunca me aburriré contigo –me sincero-.
Roberto me abraza y se separa dando un bote segundos después. Me coge fuertemente de la mano guiándome hasta un local.
-Las buenas costumbres nunca se olvidan.
-Invito yo –me adelanto para entrar antes que él en la pequeña heladería que reconozco como la única artesanal de Londres. –Vine aquí con Daniel cuando nos conocimos.
-Solo tú pides un helado en pleno invierno y cuando vas con un tío.
-¿Qué quieres decir?
-Que eres rentable, Nat.
-Te gustan las rentables, pues.
-Siempre es mejor. Por cierto, ¿Qué te ha pasado con Sandra?
-Te lo cuento a cambio del secreto que los gemelos sí saben y yo no.
-No es lo mismo.
 -Venga, no será tan grande lo tuyo.
-Lo es.
-Roberto Aguado Forcen. ¿Tienes vergüenza? -Con una cómica cara sorprendida me río.
-¡Yo soy muy sincero! No me avergüenzo de nada, yo molo.
-¡Pues cuéntamelo a mí! Ya me había creído inocentemente todo ese cuento de que era la única chica perfecta que conocías.
-Todo a su debido tiempo, chica perfecta. ¿De vainilla, no?
-Me conoces bien.

Me callo esperando mi helado. Debo descubrirlo por otra persona que presente menos minas, la cual es Rafa; y esta noche hay alcohol, el suero de la verdad.
Powered By Blogger