viernes, 29 de marzo de 2013

...II...


Poco a poco voy recobrando la memoria, soy consciente de que he estado soñando acomodada en el asiento de un avión con destino a Inglaterra, Londres. No recuerdo mi sueño, aunque mejor eso que no una pesadilla o alguno que te hacen sentir una vida que no es la tuya, una vida mejor, donde consigues todo lo que te propones, nada falla. Esos sueños que detestas al despertar por haberte creado tu mundo perfecto, el que no posees.
Mis amigos Nicolás, Rafa, Sandra, Amanda y Roberto me acompañan en este viaje. Amanda es modelo de revista y le importa mucho la imagen ya que la utiliza para exhibirse y ganarse la vida y su propia felicidad. Tiene la idea de que siendo guapa la vida te sonríe, craso error cuando se cree madura. Pues bien, me he fijado en esa parte de su carácter, pero también reconozco que se tiene que remarcar sus cuerpazo con piernas interminables y su pelo rubio natural que nace en unas raíces oscuras, tan ligero como la pluma, que refleja los brillos del sol y crea ondas cegadoras en el aire. Nicolás y Rafa son hermanos, gemelos si ahondamos más. No se parecen en nada; procuran no parecerse. Rafa lleva el pelo corto, liso y revuelto, tiene un cuerpo más musculoso, sus ojos son turquesa y, a pesar de todo ello, es el feo. Nicolás carece de músculo pero tiene una figura marcada, sus ojos son marrones oscuros, su pelo es corto pero rizado y lleva un pendiente; sus rasgos resaltan menos, pero en conjunto logran crear un joven guapo y rebelde. Los conocí en la universidad cuando fui a visitar a Estef y ella intentaba quitárselos de encima en el restaurante, un fallido intento. Me cayeron muy bien al instante. Sus ocurrencias te provocan ataques de risa y compensan el que te vuelvan loca el resto del tiempo. Roberto es mi mejor amigo. Todo el mundo que le conoce le aprecia porque te levanta el ánimo con una sola palabra y es el primero en formar parte de locuras. Es divertido y sincero. Soy  su favorita, como no. Nos conocemos desde pequeños cuando coincidimos en segundo de la ESO.  Sandra se lleva muy bien con Roberto porque a los dos les encantan las matemáticas, el único tema del que habla Sandra. En ocasiones me entran celos de la amistad que se ha formado entre ellos en poco tiempo, pero Roberto que me conoce, me lo nota y me abraza susurrándome al oído tonterías sobre amores imposibles como el nuestro que deben dejar marchar a la pareja, entonces me rio y le aparto poniéndole la cara de amargada con la que se troncha.
Son simplemente geniales, grandes. Al fin y al cabo, una amistad no se llega a definir del todo, no hay palabras suficientes, ni significados exactos. Espero que no sea yo y que le pase a todo el mundo que, cuando piensas en cómo has conocido a cada persona, su forma de ser y los momentos que has compartido con ella me vuelvo melancólica. Me da un ataque de risa, y la azafata joven a quien Rafa y Nico le tiran los tejos, me mira con ojos desorbitados como si espantase sus propinas al armar follón. Si es que me pone más nerviosa que me miren… Me tapo la boca con la mano y continúo en silencio. Una sensación que me encanta, esa de no poder reírse y obligarte a parar pero no poder porque eres feliz en el momento y no te pueden pillar, como en el  instituto con Roberto.
-Señorita, ¿quiere que le traiga un vaso de agua? Parece que se lo pasa muy bien.
-Es por la cara de amargada que le pone a mis amigos, que intentan ligársela. No lo habrán conseguido…
-Me temo que no. Ahora, por favor, póngase el cinturón de seguridad. Dentro de diez minutos bajaremos del avión, vamos a aterrizar.
Me señala el cinturón amarillo con esa sonrisa falsa que le echa la gente a los niños que molestan en algún restaurante, se la devuelvo y me lo pongo. Supongo que le ha molestado que me riese de ella, de hecho, le habrá molestado esos dos tipejos. Mientras se va andando por el avión con ese caminar tan resultón, me fijo en su vestimenta. Siempre he creído que las azafatas llevaban tacones altos, pero lleva unos zapatos tan cómodos como feos son.
-Joder Nat, ¡cómo te pasas eeeeh! –Roberto que está sentado a mi lado ha observado encantado el encare con la azafata y se ríe.
-No me gusta que me traten como a una niñata, ¿de acuerdo? Que me dejen a mi rollo y no se metan en mis cosas.
-Pero si eres tú la que se ha empezado a reír como un loca, parecía que estabas paranoica.
-Cosas mías.
-¿No me lo cuentas? Mira que después te pones echa una furia porque te oculto secretos… -Suspira, abatido por mi tozudez.
Por la radio avisan, primero en inglés y luego en español, de que los pasajeros deben ponerse el cinturón puesto que estamos cerca de la pista del aeropuerto y el piloto va a aterrizar. Intentan también tranquilizar a la gente por si hay turbulencias, traqueteos suaves o más destacados, por lo que no hay por qué alterarse. Empiezo a sentir la presión que ejerce la gravedad y endurezco el rostro. A mi alrededor, algunas personas están agobiadas, otras todavía están adormecidas del sueño que han echado, un niño llora agarrándose  a su madre y dos chicas están reprimiendo un grito de lo nerviosas que está por las vacaciones que van a pasar juntas. Cuando me fijo en Nico, veo cómo se mofa junto con Rafa señalando disimuladamente al doce añero que se encuentra a su lado. Este contiene la respiración con una gran sensación de malestar y agarrándose con todas sus fuerzas al bajo del asiento mientras aprieta el de delante con las piernas. Empieza el traqueteo, por la ventana no se ve nada, es de noche. El avión deja su anterior inclinación y va posándose recto y suavemente en el suelo. Un bote, traqueteo. Otro bote y otro, traqueteo más fuerte. El adolescente de al lado de Nico está pálido, espero que no vomite. Aunque, pensándolo mejor, si lo hiciese sobre Nicolás se lo tendría bien merecido, por las molestias.

-¡Una hora esperando las maletas!
Estef se ríe señalándonos con el dedo índice, con una potente risotada.
-Menudos pringados somos… ¿verdad? –Rafa y Nicolás se hacen los decepcionados, que estarán tramando…
-Pues la verdad es que sí.
-Pero tú no tienes un Bob Esponja gigante graaaaaaaaaatis.
Roberto se siente cómodo cada vez que le toma el pelo a Estef. No entiendo por qué, pero es una rivalidad que tienen desde que se conocieron. Quizá será por mí. No creo. No soy egocéntrica. Me excuso por este pensamiento: Amanda es así. Sin embargo tiene sus aspectos positivos: te presenta tíos buenos, consigue cosas gratis y entradas para espectáculos o conciertos y vestidos de marca, y en el fondo te hace reír cuando algo de su aspecto le resulta “denigrante”. Cabe aclarar que los peluches los ha conseguido lisonjeando con el dependiente de la tienda de regalos. El poder de la seducción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Powered By Blogger