Poco a poco voy
recobrando la memoria, soy consciente de que he estado soñando acomodada en el
asiento de un avión con destino a Inglaterra, Londres. No recuerdo mi sueño,
aunque mejor eso que no una pesadilla o alguno que te hacen sentir una vida que
no es la tuya, una vida mejor, donde consigues todo lo que te propones, nada
falla. Esos sueños que detestas al despertar por haberte creado tu mundo
perfecto, el que no posees.
Mis amigos Nicolás, Rafa, Sandra, Amanda y Roberto me
acompañan en este viaje. Amanda es modelo de revista y le importa mucho la
imagen ya que la utiliza para exhibirse y ganarse la vida y su propia felicidad.
Tiene la idea de que siendo guapa la vida te sonríe, craso error cuando se cree
madura. Pues bien, me he fijado en esa parte de su carácter, pero también reconozco
que se tiene que remarcar sus cuerpazo con piernas interminables y su pelo rubio
natural que nace en unas raíces oscuras, tan ligero como la pluma, que refleja
los brillos del sol y crea ondas cegadoras en el aire. Nicolás y Rafa son
hermanos, gemelos si ahondamos más. No se parecen en nada; procuran no
parecerse. Rafa lleva el pelo corto, liso y revuelto, tiene un cuerpo más
musculoso, sus ojos son turquesa y, a pesar de todo ello, es el feo. Nicolás
carece de músculo pero tiene una figura marcada, sus ojos son marrones oscuros,
su pelo es corto pero rizado y lleva un pendiente; sus rasgos resaltan menos,
pero en conjunto logran crear un joven guapo y rebelde. Los conocí en la
universidad cuando fui a visitar a Estef y ella intentaba quitárselos de encima
en el restaurante, un fallido intento. Me cayeron muy bien al instante. Sus
ocurrencias te provocan ataques de risa y compensan el que te vuelvan loca el
resto del tiempo. Roberto es mi mejor amigo. Todo el mundo que le conoce le
aprecia porque te levanta el ánimo con una sola palabra y es el primero en
formar parte de locuras. Es divertido y sincero. Soy su favorita, como no. Nos conocemos desde
pequeños cuando coincidimos en segundo de la ESO. Sandra se lleva muy bien con Roberto porque a
los dos les encantan las matemáticas, el único tema del que habla Sandra. En
ocasiones me entran celos de la amistad que se ha formado entre ellos en poco
tiempo, pero Roberto que me conoce, me lo nota y me abraza susurrándome al oído
tonterías sobre amores imposibles como el nuestro que deben dejar marchar a la
pareja, entonces me rio y le aparto poniéndole la cara de amargada con la que
se troncha.
Son simplemente
geniales, grandes. Al fin y al cabo, una amistad no se llega a definir del
todo, no hay palabras suficientes, ni significados exactos. Espero que no sea
yo y que le pase a todo el mundo que, cuando piensas en cómo has conocido a
cada persona, su forma de ser y los momentos que has compartido con ella me
vuelvo melancólica. Me da un ataque de risa, y la azafata joven a quien Rafa y
Nico le tiran los tejos, me mira con ojos desorbitados como si espantase sus
propinas al armar follón. Si es que me pone más nerviosa que me miren… Me tapo
la boca con la mano y continúo en silencio. Una sensación que me encanta, esa
de no poder reírse y obligarte a parar pero no poder porque eres feliz en el
momento y no te pueden pillar, como en el instituto con Roberto.
-Señorita, ¿quiere que
le traiga un vaso de agua? Parece que se lo pasa muy bien.
-Es por la cara de
amargada que le pone a mis amigos, que intentan ligársela. No lo habrán
conseguido…
-Me temo que no. Ahora,
por favor, póngase el cinturón de seguridad. Dentro de diez minutos bajaremos
del avión, vamos a aterrizar.
Me señala el cinturón
amarillo con esa sonrisa falsa que le echa la gente a los niños que molestan en
algún restaurante, se la devuelvo y me lo pongo. Supongo que le ha molestado
que me riese de ella, de hecho, le habrá molestado esos dos tipejos. Mientras
se va andando por el avión con ese caminar tan resultón, me fijo en su
vestimenta. Siempre he creído que las azafatas llevaban tacones altos, pero
lleva unos zapatos tan cómodos como feos son.
-Joder Nat, ¡cómo te
pasas eeeeh! –Roberto que está sentado a mi lado ha observado encantado el
encare con la azafata y se ríe.
-No me gusta que me
traten como a una niñata, ¿de acuerdo? Que me dejen a mi rollo
y no se metan en mis cosas.
-Pero
si eres tú la que se ha empezado a reír como un loca, parecía que estabas
paranoica.
-Cosas
mías.
-¿No
me lo cuentas? Mira que después te pones echa una furia porque te oculto
secretos… -Suspira, abatido por mi tozudez.
Por la radio avisan,
primero en inglés y luego en español, de que los pasajeros deben ponerse el
cinturón puesto que estamos cerca de la pista del aeropuerto y el piloto va a
aterrizar. Intentan también tranquilizar a la gente por si hay turbulencias,
traqueteos suaves o más destacados, por lo que no hay por qué alterarse.
Empiezo a sentir la presión que ejerce la gravedad y endurezco el rostro. A mi
alrededor, algunas personas están agobiadas, otras todavía están adormecidas
del sueño que han echado, un niño llora agarrándose a su madre y dos chicas están reprimiendo un
grito de lo nerviosas que está por las vacaciones que van a pasar juntas.
Cuando me fijo en Nico, veo cómo se mofa junto con Rafa señalando
disimuladamente al doce añero que se encuentra a su lado. Este contiene la
respiración con una gran sensación de malestar y agarrándose con todas sus
fuerzas al bajo del asiento mientras aprieta el de delante con las piernas.
Empieza el traqueteo, por la ventana no se ve nada, es de noche. El avión deja
su anterior inclinación y va posándose recto y suavemente en el suelo. Un bote,
traqueteo. Otro bote y otro, traqueteo más fuerte. El adolescente de al lado de
Nico está pálido, espero que no vomite. Aunque, pensándolo mejor, si lo hiciese
sobre Nicolás se lo tendría bien merecido, por las molestias.
-¡Una hora esperando
las maletas!
Estef se ríe
señalándonos con el dedo índice, con una potente risotada.
-Menudos pringados
somos… ¿verdad? –Rafa y Nicolás se hacen los decepcionados, que estarán
tramando…
-Pues la verdad es que
sí.
-Pero tú no tienes un
Bob Esponja gigante graaaaaaaaaatis.
Roberto se siente
cómodo cada vez que le toma el pelo a Estef. No entiendo por qué, pero es una
rivalidad que tienen desde que se conocieron. Quizá será por mí. No creo. No soy
egocéntrica. Me excuso por este pensamiento: Amanda es así. Sin embargo tiene sus
aspectos positivos: te presenta tíos buenos, consigue cosas gratis y entradas
para espectáculos o conciertos y vestidos de marca, y en el fondo te hace reír
cuando algo de su aspecto le resulta “denigrante”. Cabe aclarar que los peluches
los ha conseguido lisonjeando con el dependiente de la tienda de regalos. El
poder de la seducción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario