sábado, 20 de abril de 2013

...VII...


Directo a nuestro bar. Me lo enseñó cuando nos conocimos por el hecho de que las chicas que acuden allí a tomar algo son españolas. Españolitas, como las llama él. Está lejos de mi barrio. Bueno, todo está lejos; pero es su único inconveniente. Todo lo demás es un sueño para toda persona y yo no soy menos. Siempre tengo que pedir un taxi para moverme a cualquier parte. Nunca voy en coche porque ni me he sacado el carnet. ¿Para qué? Prefiero esperar a España, tengo por seguro que regresaré. Este no es mi país, es bonito, sí; me gusta el idioma, sí; pero mi lugar materno es sin duda Madrid, donde viví mi adolescencia; Valencia, donde me críe de niño o Galicia; donde reside mi querida abuela. Pronto, muy pronto, me convenceré a mi mismo de cuál deseo, sea mi futuro en España. Y entonces conseguiré mi sueño desde mis doce años: un Porsche. Ese precioso coche, cuya belleza reside en su velocidad, en sus tantos caballos, en su capacidad para hacerte sentirte importante, en su presencia. Del color del cielo en esos días nublados; para mí, del color de la libertad y el poder; para los demás, solamente gris.
Pago al taxista. Me bajo y veo marcharse el vehículo con lentitud. Aquí, en Londres, son muy característicos por estar decorados con publicidad. Todo un espectáculo para el turista. Me doy la vuelta, justo delante tengo el bar. Busco con la mirada a David. Destaca por su estilo. Es esbelto incluso sentado. De pelo castaño y piel clara, ojos muy oscuros, sonrisa maliciosa, cuerpo trabajado. Siempre luciendo una de sus miles gafas de sol aún en invierno, un jersey de buen gusto y unos pantalones ajustados. Silenciosamente ando hasta su encuentro, está observando meticulosamente a tres chicas rubias inglesas. Una de ellas está buena, las otras dos se descartan al instante. Le pego una colleja.
-Ey.
-¿Atacas?
-No. Hoy me dedico a ti.
-Menudo honor.
-Pues sí, porque vaya tía la del centro.
-¿Has pedido?
-Hombre, está claro.
Nuestro gusto es similar, lo que le gusta a uno, siempre le sabrá bien al otro, incluidas las mujeres. Por eso, numerosas veces hemos tenido historias con la misma tía, aunque siempre cortas, sin importancia. 
-¿Qué ha sido esta vez?
-Estrella Galicia selección 2012.
-Tiene buena pinta.
-Claro, todo lo que proceda de allí la tiene.
-Empieza a decirme la razón de traerme hasta aquí.
-Qué directo.
-No me has conocido de otra forma. Cuéntame esos planes.
-Sí, sí. Vamos a ir en noche vieja al sitio ese que no se cómo se llama pero que está en pleno centro y que estuvo tan bien.
-¿El de las bebidas de calidad, la música bestial y las tías facilonas?
-¿Ves? Nos entendemos.
Nos empezamos a reír. Viene la camarera. No es muy guapa, simplemente está excesivamente pintada, pero tiene buen cuerpo. Dos cervezas y unas aceitunas con muy mal aspecto.
-Menos mal que venimos aquí por las raciones.
-Perdona, tío.
Coge el plato y tira la ración al suelo. Luego toma un sorbo de su bebida. Hace dos meses se acostó con la camarera. Yo le advertí que no lo hiciese, que acudimos normalmente al sitio, pero se guía demasiado por el placer.
-Me parece bien el plan. ¿Quiénes vamos?
-Pues Manu, José Carlos, Sebas, Tania, Andrea, Sergi y tú y yo. Por supuesto pueden venirse acompañantes. Y prometo que esa noche por mucho que beba, que lo haré, no me lanzaré a por ninguna tía –levanta la mano como jurando y me río-.
-¿Cuántos acompañantes?
-Te voy a decir por experiencia que no juegues con varias tías.
-Lo digo por si me llevo a una chica que quiera ir con su grupo de amigos también.
-Entonces claro. ¿Quién es esa chiquita? ¿Será españolita, no?
-Natalia.
-Lo es. Bueno pues si tiene alguna amiga…
-Si te ligas alguna cuidado con hacerle daño. No trates con indiferencia sus sentimientos o te daré una pequeña paliza. Estás avisado.
-Pero bueno… Es importante esa chiquita.
-No estoy seguro, pero espero que así sea.
-Tengo que conocer a esa tal Natalia que te hace tan duro y aguafiestas.

***

Día de caza. Nos lanzamos en busca de regalos ingeniosos, sorprendentes, divertidos, inesperados. No hace falta que sea útil, solo que haga feliz a su dueño. Lo hablamos en el aeropuerto mientras esperábamos hora y media a que anunciasen que nuestro avión estaba listo para que embarcásemos. También acordamos juntarnos todos los que allí estábamos para comprarle algo verdaderamente bonito a Estef, costase lo que costase. Cinco meses sin verla era demasiado para todos.
-¿Está claro?
Asentimos. Aunque seguramente alguno que otro ha estado en algún otro sitio de su cabeza mientras Roberto indicaba el tiempo que teníamos, para empezar, yo.
-Bien, pues. Nos veremos a las siete de Inglaterra en este mismo sitio. Son cinco horas. ¡Ya!
Los tres chicos corren. Las chicas nos acompañamos hasta la puerta y allí Amanda y yo nos deseamos suerte para encontrar lo que buscamos y Sandra sonríe incomoda. Nos dispersamos.
El nublado que hace deja pasar algunos rayos de sol que alegran un poco el mediodía. Me pongo mis Ray Ban del tipo Jackie Ohh. Con sólo un poco de sol me conformo para lucirlas. Comienzo a pensar en las próximas compras. No tengo nada seguro. Nada es acertado, nada me convence. Suena mi tono de llamada, “Apologize” de Timbaland One Republic. Una canción algo vieja, bastante de hecho, pero su melodía me enamora, me trae buenas sensaciones. Observo la pantalla, una “D” me saca un suspiro.
-¿Diga?
- ¿Te acuerdas de mí?
-Si eres alguien cuyo nombre empieza por “D”, no.
-Muy graciosa. Por eso me gustas.
Sonrisa silenciosa. Mía y suya seguramente, sabe que me ha pillado con esas palabras.
-¿A qué se debe tu llamada?
-Me preguntaba qué haces y qué planes tienes.
-Que poco te dura a ti lo de “si puedo te llamo”.
-Te hizo mella eso, ¿eh?
Tú sí que me haces mella, ¿cómo lo sabe todo? Me impresiona este chico.
-Bueno, que te desvías con tu egocentrismo. ¿Eres imaginativo?
-Soy divertido, ¿te basta?
Me río.
-Sí, suficiente. Pues…me ayudarás a buscar regalos de navidad.
-Hecho. Pero con una condición. Di que me necesitas.
-¿Solo? Te necesito.
-¡Oh! –Se calla, sorprendido.- Ha sido más fácil de lo que pensaba.
Menos mal que no lo sabe todo, no se hace una idea de lo que le necesito.

Hemos quedado en un bar. No distingo dónde estoy. Lo único que sé es que me ha mandado meterme en un taxi y me ha obligado a pasarle el móvil al taxista. Y aquí me encuentro. Miro de un lado a otro rápido, no hay tiempo que perder. Me meto corriendo al baño. La chica que se está maquillando me mira sorprendida. No es fea, tampoco guapa; para mi gusto demasiado maquillaje. Le sonrío y me reviso. Informal pero llevo mis botas preferidas.
-Estás muy guapa.
Me sorprendo, la chica del baño es española y me piropea.
-Gracias. No viene mal ahora mismo ese comentario –sonrío-.
-¿Has quedado con algún chico?
-Sí. Uno que está buenísimo. He conocido a muchos chicos pero este sale de los límites de la perfección.
-Yo sólo he conocido a dos así. Y eran amigos. Primero fui con uno, el más elegante y seductor, pero me derretí ante el infiel y rebelde; los dos sabían muy bien cómo conquistar.
-¿Y sigues con el segundo?
-No, fue algo breve. Ahora tengo una guerra interior, no sé a por cual lanzarme.
-Tienen pinta de ser difíciles. Hazles poco caso, dicen que funciona.
-Me caes bien. Ten cuidado con tu príncipe contemporáneo, los más guapos son los peores.
-Lo tendré en cuenta.
Salgo del baño con la advertencia indirecta que me ha mandado bien grabada. No me cae mal, pero sus palabras llevaban una mezcla entre envidia y confianza. No llego a entender su tono, pero me olvido. Tengo que buscar a mi principito contemporáneo.

***

Ahí está. David me ha dado su consentimiento. Está de acuerdo conmigo, es un diez. Nos hemos escondido y la hemos observado desde lejos. Necesitaba su opinión, siempre. Guapísima, se queda de pie delante de la entrada del bar. Lo mejor de ella, todo. Su pelo, sus ojos, sus labios, su sonrisa, su mirada, su cuerpo… Lleva unos pitillos azul marino apretados que marcan sus piernas, una camiseta a rayas rojas y blancas que se estrecha notablemente realzando su pecho, un abrigo beige fino y corto concordando con sus botines de piel vuelta y tacón ancho y su bolso espacioso, y un colgante que aparenta ser antiguo. Sabe vestirse, es puntillosa con los detalles, es elegante. Para mí eso da mucha categoría a una mujer. Me enloquece, no pienso dejarla escapar.
-Chss, chss.
Me mira con esos ojos expresivos que tanto me gusta leer. Asiente en forma de saludo.
-Veamos, ¿para qué querías verme?
-Te corrijo, tú querías verme. Yo solo te utilizo para terminar esto antes.
-Busted.
-¿Qué dices?
-Que me has pillado. Vamos de compras.
-Pero estoy hambrienta, no he desayunado nada.
-Haremos una parada en alguna cafetería que encontremos.
-¿Por qué no ésta?
Me río sinceramente, empujo su espalda y echamos a andar. Si nos hubiéramos quedado, Ale la camarera vendría a estropearlo todo. Y es que siente algo por David y ha iniciado una guerra contra él y la gente que le rodea. Son las consecuencias de jugar con los sentimientos, como le he prohibido anteriormente. Y hasta hace poco, yo era exactamente igual. Ironías de la vida, yo que las controlaba a todas he caído en el embrujo de una chica que ahora controla mi corazón sin saberlo.

viernes, 5 de abril de 2013

...VI...


Buenos días por la mañana. Frase típica de Roberto. Y es que sí son buenos. Una razón: el sueño con el chico que parecía un modelo y me llevaba a una simple y perfecta cita aquí en Londres de sorpresa, ¡no era un sueño! Me levanto, me miro al espejo. Hoy me veo guapa. Él me hace sentirme así, guapa, considerada, especial. Tengo ganas de salir del hotel, de pasear al aire libre y recordarlo todo. Realmente me dejó marcada ese chico. Espera, ese chico no… ¡Daniel! Me sonrío. Qué suerte tienes chica del espejo. Pongo música en mi móvil. La subo y, aunque no tenga un volumen alertador como el que quiero, entra por mis oídos y acompaña mi euforia. Me lavo la cara con agua fría, me recojo el pelo en un moño débil y alto y salto por el cuarto despeinandome. Descorro las cortinas, el tiempo es frio, triste y oscuro, pero no importa, no. Río descaradamente, suspiro hondamente. Si es que es… Me tiro a la cama, me extiendo y me quedo tranquila y feliz. Cierro los ojos. Habíamos prometido no decirnos el nombre esa noche, y lo recibí en un mensaje justo cuando empezó un nuevo día, cuando nos despedimos. Yo le devolví el regalo con el mío. Llaman a la puerta. Abro, Estef, que mira mi expresión. No ha venido en toda la noche, no sé dónde estuvo. Pero ahora lo que importa es lo que pasó ayer, y ella lo reconoce.
-¡Ooooooooh! Tú esta noche… ¡sexo! Menos mal que no molesté.
-¿Qué? No soy tan fácil. –Le lanzo una mirada pasional.- Aunque no me hubiera importado…
Gritamos todo lo que podemos. Me siento bien, expulso todo mi entusiasmo. Cerramos la puerta de un golpazo y saltamos todo lo alto que podemos.
-No es tan fácil resistirse. ¡Está buenísimo!
-Pues te quedas con las ganas, es solo mío.
Se sienta ilusionada, siente todo lo que siento. Es una ventaja de hablar con Estef. Somos yo y ella, yo soy ella, ella es yo.
-¿Cómo es? ¿Qué hicisteis? ¡Empieza, chiqui!
-Para empezar: me lo comía entero. Es tan tonto… Jugueteamos, me cautivó su sonrisa y su mirada, era como si me leyese los ojos. No tengo ni idea de cómo aguanté y no babeé porque es el chico con el mejor cuerpo y más guapo que he visto en mi vida. Es gracioso, se interesa por mí, me desnuda con la mirada… ¿Sabes lo que es eso? Es indefinible.
-¡Ya lo vi! Qué envidia, guarra.
-Amanda sí que tenía envidia.
-¡Nadie lo puede negar! A ti no, pero a ella se le caía la baba. Unos celos por no ser ella  la chica a la que quería conocer desde el día dieciocho…
 -¡Qué gran frase!
Nos reímos. Estef me observa pensativa.
-¿Qué piensas?
-¿Qué es lo que repetías cuando conociste a Juampi?
-No sé por dónde vas. ¿Qué era mi príncipe? En esa temporada era muy niña. ¿Qué repetía?
-Lo contrario. Que era muy tonto.
-Es verdad… Así dices tú que defino a los tíos de los que me enamoro.
Estef asiente y me quedo paralizada al mismo tiempo que el moño se deshace y unos pelos caen en mi rostro. ¡He dicho que es tonto demasiado pronto!

***

Un sonido alerta mi mente. Mis oídos lo detestan, es intermitente y agudo, solo puede ser el teléfono. Alargo el brazo para contestar, gracias a que soy inteligente y cuando me quedo solo en casa lo traslado a mi mesilla de noche.
-¿Sí?
-Brode
-Brode. ¿Qué tal? ¿Para qué llamas?
-Pues por saber algo de ti, chaval.
-Te contestaré a lo que me pidas.
-No son preguntas. Hace mucho que no nos vemos y te quiero comentar algunas cosillas de estas navidades.
-Te diría que no, pero me has cogido sin nada que hacer.
-Y aún así, yo sería siempre más interesante.
Nos reímos. Un amigo al que conocí porque me lo presentó Anne, la hippie. Tardamos poco en llevarnos bien puesto que, al igual que yo, es español y le encanta la juerga. Aunque siempre me he preguntado qué es lo que les une a esos dos. Ella es demasiado liberal y tranquila, él es un fiera y, a decir verdad, no le agrada la gente que no es de su estilo.
-Tomamos una tapa de las españolas. Donde siempre, puntales. Me encanta esa palabra por cierto.
-¿Quién te entiende?
-Españolas, gili. En dos horas. Vente guapo, ya que eres un imán normalmente para las mujeres, hoy serás mi amuleto.
-Claro, claro. Porque no consigues nada tú solo.
-¡Olé!
-Nos vemos.
Colgamos. Desde luego que le voy a conseguir chicas, se las voy a dejar todas, porque la de ayer las supera sin creces. Y porque, siendo sincero, me ha robado la mayoría de los pensamientos.
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