viernes, 29 de marzo de 2013

...IV...




Doy vueltas, me encuentro en un remolino que gira y que me vuelve loca, con sus líneas violetas, naranjas, azules marinas… Me levanto con esfuerzo pero caigo de nuevo, exactamente como mil veces antes lo he hecho. No consigo ponerme en pie, mantenerme firme en ese lugar caótico. Y resbalo y mi cuerpo gira y me propongo enderezarme y una fuerza tira de mi y la gravedad me atrae hasta ese final que tanto espero y vuelve a convertirse en un nuevo remolino y cierro los ojos y siento la cabeza atraída como hacia dos polos opuestos. ¿Y esos golpes exagerados? ¿El pulso de alguna música? ¿Alguien aporreando esas paredes estrambóticas?
Mi mundo real me vuelve a la cabeza, lo veo a través de esas ventanas oscuras cerradas que me pesan, que no puedo abrir a pesar de las ganas. Esas que me protegen de tantas imágenes, que siempre me acompañan para no dejar ver mi dolor y a la vez demostrarlo con lágrimas llenas de sentimientos. En este momento son conscientes de la irritación que me produce la luz apenas cegadora pero totalmente deslumbrante a mi vista. Están llamando a la puerta, era el sonido. Obligo a mi cuerpo a levantarse y cansado obedece. Me pesa, replican mis piernas. Con la mínima fuerza que encuentro abro la puerta sin preguntar antes quién es.
-Buenos días, niñas. A despertar que es hora.
Roberto. Ni me resigno a mirarle. Me doy media vuelta y vuelvo arrastrando los pies hacia mi cama rogando a quién sabe qué que no intente molestar. Entro en ese calor de cama que parece materno y lo agradezco.
-Gracias, Natalia, guapa.
-De nada.
Se ha escuchado mi ruego. O quizás Roberto ha escuchado mi voz ronca que suplica silencio. De cualquier forma me habla por susurros. Estamos un rato en silencio, algo extraño en mi amigo y de nuevo vuelve a ser el de siempre:
-Necesito que veas lo siguiente. Va a ser legendario.
Se lo debo y pronto me tendré que despertar totalmente, por lo que sonrío y abro lenta y medianamente los párpados. Veo que se deshace de sus pantalones y su camiseta, se despeina y se tumba con cuidado en la cama de Estef junto a ella. Pone una mano rozando su torso y se hace el dormido. Espero un rato sin saber qué hace en este instante ni qué ocurrirá un momento después. Y me sorprende como siempre lo hace con sus jugadas.
-¡Dios! ¡Dios mío, no!
Estef se ha levantado precipitadamente con aspecto histérico. Con unas ojeras terribles se queda mirando a su acompañante.
-Joder, ¿cómo he caído tan bajo?
-Sin insultar, y sin gritar por favor.
-Estef… no me esperaba esto de ti, tía.
Su cara de horror me anima a ayudar a Roberto en esta mentira. Nunca la había visto tan preocupada. Mi mejor amigo se merece que le ayude, se la ha jugado bien.
-No le contemos esto a nadie. No quiero recordar esto, y lo digo por ti Nat.
Dando la espalda a Estef me guiña un ojo y me mando no reír. Estef sigue muda, asintiendo en absoluto silencio mientras sus pupilas reflejan un trauma. Me doy media vuelta y río en silencio tapada por las sabanas. Oigo como la puerta se cierra, Roberto se ha ido. Unos pasos se alejan con dirección al baño y unos segundos más tarde se escucha el recuerdo revuelto del estómago de una persona afectada por un mal despertar y una intensa resaca.

Ha empezado a llover, chispear en realidad. Cojo mi abrigo y el paraguas. Me vendrá bien tomar el fresco después de estar encerrada en un cuarto a base de ver la televisión e intentar, sin ningún resultado, conectarme a internet. ¿Es que estos ingleses no entienden que es vital visitar facebook y acceder al correo? Por lo visto no, y a mí me van a volver loca. Necesito saber algo sobre Juampi, lo he llevado bien pero estoy desesperada por comprobar que no está de parejita feliz con la chica que rompió nuestra relación. Mientras medito, se abren las puertas del ascensor.
-¿Qué haces aquí?
-¡Hombre Nata!
-No me llames Nata, Nico…
-Y tu no pongas esa cara de culo, ¿qué te parece raro exactamente de visitar a una amiga malita?
-¡No tengo cara de culo, imbécil! Es solo… que nunca sois tan atentos vale…
-Mal pensada –Rafa pone cara de cachorro y simula que le afecta mi comentario-.
-Eres muy dura con ellos, Nat.
Me doy la vuelta y veo a Roberto jadeando y con una sonrisa maliciosa.
-¿Y tú por qué estás aquí?
-Nunca –es lo único que dice mientras mira con expresión dura y seria a los dos hermanos-.
Nico y Rafa se miran. Estoy perdiendo tiempo y se ha marchado el ascensor. Pobre Estef, tener que aguantar a estos tres estando mareada.
-Bueno, en cuanto venga el ascensor me voy a comprar comida y a buscar una farmacia. Ya sé que es una tontería pero… ¿quiere venirse alguno?
Piensan, se observan entres los tres. Me meto en el ascensor que ya ha llegado. Última oportunidad.
-Venga, yo.
No me lo creo. ¡Nico! Si que soy desconfiada. Parecen preocuparse de verdad…
-¡No! ¿Qué tramáis panda de asquerosos? –Estos quieren jugársela a Estef.- Estefanía está mala, no voy a dejar que le hagáis nada.
-Vosotros seguir, yo aclaro las cosas. Encárgate de nuestro asunto Rafa, - me mira- que no tiene que ver con jorobar a nadie –añade-.
Roberto está confuso, intenta deducir a través de las miradas de los gemelos cuál es su plan y llega a alguna conclusión. Rafa se da cuenta y echa a correr al mismo tiempo que él. Nico me agarra de la cintura y me dirige al ascensor.
-Veras Nat… le hemos robado el móvil a Roberto y hemos descubierto que tiene… ¿cómo decirlo…? Una chica a la que ama en secreto.
Me pilla desprevenida, ¿cómo puede ser que no me lo haya dicho? La primera chica a la que quiere...
-¿Quién es, –Es lo único que llego a decir- quién?
-No lo sé.
-Ya. Seguro. Vamos. Soy yo. Soy Natalia. ¿No nos queremos?
Se abren las puertas del ascensor. Le suena el móvil y lo coge mientras me sigue con la mirada controlando que no escuche nada. Simplemente asiente. Cuelga y se vuelve hacia mí lentamente.
-Te haces de rogar eeeeeeeeh. ¿Qué quieres para contármelo?
-Nada, es que no hay nada que contar. Era una coña que le íbamos a hacer para molestarle, pero ya no viene a cuento. Ya nos conoces, siempre jodiendo –pronuncia las palabras atropelladamente y con un miedo cómplice en el tono-.
-Sí, te conozco y por eso sé que nunca me dirías eso. Te lo sacaré.
-Más te vale que no.
Y nos quedamos así. Los dos mirando hacia delante, rígidos. Yo, sorprendida y ansiosa por saber, saber quién será la chica y por qué es mejor que no me entere; y Nico callado por el impacto que le ha producido esa llamada.

Salimos del restaurante que se encuentra al lado del hotel. Acabamos de desayunar a la misma hora que los demás días. Siempre tan tarde. Y no es por mi culpa, ni por la de Nico o Rafa. Quizás tampoco de Roberto. O probablemente por culpa de los cuatro, ya que ninguno ha dormido muy tranquilo esta noche. Intentamos disimular que no sabemos, que no pasó lo lo de ayer noche. He estado dando vueltas en la cama, levantándome a hurtadillas para no despertar a Estef y poder lavarme la cara con agua. Ese asunto se inmiscuye en mis pensamientos una y otra vez. Y más aún cuando me doy cuenta de las ojeras que tiene Roberto y lo tranquilos que están Rafa y Nico. Los cuatro nos hemos saludado aparentando normalidad, pero se respira desconfianza. El desayuno, más que llenarnos de comida nos ha llenado de agobio. Desafiantes miradas que pretendían dejar al descubierto los pensamientos del otro, pocas palabras cruzadas que llevaban como segundo significado encubierto un “a mí no me mientes”. Nos despedimos y soy la única que se va en ascensor, ¿por qué justo me evitan a mí? Y esas dudas, esos rodeos, nadan en la marea de mis problemas, porque se acaban de convertir en un nuevo náufrago que quién sabe cuándo rescataré. Aunque espero que pronto.

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