viernes, 29 de marzo de 2013

...V...




Y aquí estoy, un veintiuno de diciembre. Por fin, después de tanto tiempo volviéndome loco. Tanto tiempo ansiando tenerla cerca, mirar sus peculiares ojos. Tanto tiempo esperando saber cuál es el perfume que la caracteriza, un rastro que perseguir si la perdiese algún día. Y es tal como ella parece, dulce y tentadora. Tenía razón, ella es perfecta. ¿Qué hago? ¡Me pongo nervioso! Solo quiero conocerla, yo no creo en eso del amor. Porque no tengo edad de enamorarme, me toca disfrutar la vida salvaje. ¿Por qué coño pienso esto? No te preocupes, tú eres el amo. Tú controlas a las mujeres. Pero ella tiene todo el derecho a darme un “no”rotundo, porque ella es ella, perfecta en su todo.
-Tenía ganas de conocerte. Desde el día dieciocho.

***

¡Con que quieres conocerme! Es guapísimo. Me ha esperado, buscado, encontrado.
-¿Cómo sabías cuál era mi hotel?
- Debe ser siniestro.
-¡Ni te imaginas cuanto!
-¿Te invito a tomar algo?
La propuesta me deja sin palabras, lo deseo demasiado.
-¡Qué si hombre, que va contigo! Si se está haciendo la interesante…
-Ella, mi amiga Estefanía, que lo sabe todo de mí –gracias Estef por sacarme la respuesta-.
-Encantada…
-Cómo no, encantado. Sí lo sabes todo, es cierto que quiere venir –su sonrisa atractiva y rebelde aparece momentáneamente-.
-Mientras pagues tú, me vale –río-.
Un trofeo. Las palabras de Amanda, claras y sutiles suenan en mis oídos. “Los chicos importantes las adoran, a las chicas trofeo”. Lo soy sin explicación alguna, de repente, junto a él. Pero por dentro manda sobre mí, me afecta como el champan.
-Decidido entonces, ¿te llevo a...?
-Tomar un helado, gracias. Hoy te voy a salir barata…
-¿Eso significa que habrá más veces?
-¿Por qué no? Eres guapo...
Se empieza a reír mostrando sus blancos y perfectos dientes. Mi corazón percibe su sonrisa, noto como se acelera y me aumenta la necesidad de aire. Me río con él, esta vez sincera, tal cual como yo soy. Me doy la vuelta antes las miradas expectantes de mis amigos, la recepcionista y el botones, y una pareja cuyo mayor entretenimiento hoy parece haber sido nuestros flirteos. Empiezo a andar contoneando las caderas. ¡Qué bien me lo voy a pasar!

-Mmmmmmmm… me encanta.
-Te dije que era la mejor heladería de la zona, ¿por qué iba a mentirte?
-Tienes varias razones…
Me mira, intentando adivinar lo que pienso. Me gusta jugar con él. Enredamos las palabras para divertirnos. Nos volvemos locos el uno al otro, y no solo por los juegos. Es tan atractivo, tan desenvuelto, tan gracioso.
-Tienes buen gusto.
-¿Por qué lo dices? ¿Por decidir venir contigo?
-Por tomar helado en invierno.
-¿Soy la primera?
-Sí que te haces la interesante.
Me sonrojo y bajo la mirada instintivamente. Un segundo después poso mi mirada en sus ojos que me prueban, elevo el mentón.
-¿Y eso a qué viene?
Titubeo.
-Era una prueba.
-¿Y qué ha sido?
-Que tengo muy mal ojo. Siempre me busco a las frías.
Esboza su sonrisa otra vez. ¡No ha notado nada! Si que podría interpretar como decía mi madre. Me voy a comprar un regalito, por saber manejar a este chico de película. Un vestido que le deje fascinado. ¿Enserio, Natalia? Sí, por qué no.
-Vamos, cogeremos otro taxi.
-Lo que quieras.
-Pues vamos andando.
Me rio. ¡Qué tonto! Me lleva hasta una parada de autobús. Esperamos poco tiempo hasta que llega. Paga los dos viajes y me dirige hasta la segunda planta. No hay nadie excepto una madre y su hija al principio de todo.
-Elige, compañía o final.
-¿Medio? Los finales siempre me dan miedo.
Me mira pidiendo una explicación. Porque todos los finales suelen ser feos. Todos los finales con hombres, un final contigo querría sincerarme. Justo cuando se sienta, la madre y su hija se marchan abajo. Ando hacia atrás dando pasos seguros y palpando los asientos. Me sigue.
--Siempre he querido montar en uno de estos autobuses. Por las películas.
-Pues ya está, conmigo tu primera vez. No puedes decirme que soy aburrido.
-Contigo no se lo pasa ninguna mal.
-Tú me intentas volver loco. Tan sincera a veces, tan misteriosa otras.
-Eres tú, ejerces ese efecto.
Inclina la cabeza hacia el lado analizando mi respuesta. Después comenzamos a comentar los lugares que aparecen y desaparecen durante el corto trayecto.
-¿Por qué no me cuentas tu historia?
-¿Qué tipo de historia? ¡Llegamos!
-Pues que tú no eres inglés, –se lo insinúo mientras bajamos en la tercera parada, intentando disimular el ansia de saberlo- eso está claro.
No dice nada, caminamos muy ligeramente hasta la entrada del hotel. Parece que tiene ganas de despistarme y largarse. ¿No le he gustado? Me deprimiré, joder. Pues yo quiero volver a verle. Y lo voy a asegurar. Saco el móvil, y entro en la agenda, nuevos contactos. Su nombre, x. Se para, casi nos chocamos. Me agarra con dulzura y seguridad, sus manos son grandes y fuertes, calientes y atentas.
-¿Y tú?
-Está bien. Pronto nos la contamos los dos, ¿trato?
-Igual la tuya no es lo suficientemente emocionante.
-Te conformas conmigo, soy interesante, tú lo has dicho.
-Bueno, dame tu móvil. Deja algún tipo de señal que ya hemos llegado.
-Estás desesperada, eh.
Él me tiene localizada, sabe mi hotel. Me hago entrar en razón. Nunca le dejes a un chico decir la última palabra.
-Me marcho.
Empieza el último tonteo.
-Vale. Dame tu número. Si puedo te llamo en estas Navidades.
Si puedo… ¿Le digo que estoy de paso? A lo mejor lo dice para ponerme nerviosa, para conocer si quiero esperar o no puedo hacerlo. Me tiende el móvil y lo apunto.
-No has dejado que me escape, tú también estás desesperado.
-No mucho –me guiña un ojo rebelde, me atrae-.
Le demostraré que sí, que tanto como yo, que esto no termina aquí. Un beso y le encadeno.
-Mira… Me he tomado un helado de vainilla.
-Y yo de chocolate.
-Listo. ¿Cómo sabría si lo mezclamos?
Miro sus labios, sus ojos, sus labios, sus ojos. Me muerdo mi labio inferior. Picante, deseoso. Riesgo.
-No me gusta la vainilla, lo siento.

***

Me doy media vuelta, cruzo la calle. No miró atrás. No lo sabe pero me encantaría probrar ese sabor, su sabor. Me gusta, mucho además. Ha jugado conmigo y ha sido dulce inesperadamente. Sus ojos me desvelan todo lo que piensa. Natalia. Sonrío. No es la única que se comporta así; la dejé ganar en la heladería cuando se sonrojó y la he silenciado gracias a mis últimas palabras. No va a desaparecer de mi cabeza, maldita sea. Menos mal que no ha habido beso alguno, no aguantaría. Ni siquiera intento negarlo. Son las 11.00 a.m., las 00.00 de España, de su reloj. Saco el móvil recreando en mi mente su risa de un suspiro, tan solo ella ríe así.
“Daniel”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Powered By Blogger